El cortisol es una hormona esencial que produce nuestro cuerpo en respuesta al estrés. También participa en funciones vitales como la regulación del metabolismo, la presión arterial y el sistema inmunológico. En condiciones normales, el cortisol nos ayuda a estar alertas, reaccionar ante amenazas y mantenernos en equilibrio. Sin embargo, cuando sus niveles permanecen elevados durante períodos prolongados —como ocurre en situaciones de estrés crónico— puede desencadenar una serie de alteraciones físicas y emocionales que afectan significativamente la calidad de vida.
Señales comunes de un exceso de cortisol
Entre los síntomas más frecuentes del cortisol alto se encuentran:
- Alteraciones emocionales: ansiedad, irritabilidad, cambios de humor frecuentes o sensación de estar en “estado de alerta” constante.
- Trastornos del sueño: dificultad para conciliar el sueño, despertares nocturnos o sensación de fatiga al despertar.
- Aumento de apetito y antojos: especialmente por alimentos ricos en azúcar o grasas, como respuesta del cuerpo al estrés sostenido.
- Acumulación de grasa abdominal: el cortisol favorece el almacenamiento de grasa visceral, especialmente en la zona media del cuerpo.
- Problemas cognitivos: dificultad para concentrarse, olvidar tareas simples o sentirse mentalmente nublado.
- Presión arterial elevada: el cortisol actúa sobre los vasos sanguíneos, lo que puede aumentar el riesgo cardiovascular.
- Sistema inmune debilitado: mayor susceptibilidad a infecciones, resfriados frecuentes o recuperación lenta.
- Cambios físicos visibles: caída del cabello, piel apagada o signos de envejecimiento prematuro.
- Irregularidades hormonales: en mujeres, puede causar alteraciones en el ciclo menstrual debido a la interferencia con otras hormonas como el estrógeno y la progesterona.
Estrategias naturales para regular el cortisol